La Vitrina Turística de la Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo (Anato) es el principal termómetro de lo que pasa en el sector, punto de encuentro entre la gestión empresarial, la política y los negocios. Año tras año, poco a poco, La Vitrina se ha consolidado, ganando a pulso un prestigio que hoy la proyectan como una de las principales ferias de América Latina.
Con la visión de Óscar Rueda en sus primeros tiempos, La Vitrina celebra su versión número 38 con 1.400 expositores y al menos 18.000 visitantes profesionales provenientes de medio centenar de países. Complace realmente ver cómo cada año crece y se fortalece esta Vitrina gracias al trabajo persistente de sus consecutivos presidentes, como Sergio Díaz-Granados y juntas directivas, -ahora con el liderazgo de Paula Cortés-, hasta convertirla en un referente internacional.
Son muchas las circunstancias del éxito, pero hay dos que han estado detrás de cámara de la feria y que han contribuido poderosamente a este proceso de crecimiento: la promoción en el exterior, las ruedas de negocios para tener compradores y generar un cambio de percepción a cargo de ProColombia y los recursos de Fontur fundamentales para apoyar la participación de las regiones.
Detrás de La Vitrina, en efecto, hay un gran esfuerzo nacional, aunque habría que reconocer que todavía trabajamos como islas y que es hora de articular un diálogo sobre lo urgente y lo importante en el futuro del turismo colombiano.
En La Vitrina, un momento de gran interés ha sido siempre la participación del Presidente de la República. Y en esta oportunidad se espera que el presidente Iván Duque se estrene con un mensaje renovador y de esperanza para el sector (al que señaló como el nuevo petróleo). La cadena necesita estimularse, que los propósitos no se queden en palabras, que haya presupuesto para las regiones, institucionalidad, fortalecimiento de las vocaciones turísticas -que se delinearon en los corredores-, concertación entre la política ambiental y el turismo, entre otras tantas necesidades que hemos mencionado en estas columnas.
Hay expectativas, por ejemplo, sobre cómo y hasta dónde será la articulación de la promoción entre ProColombia y las embajadas, muy importante y necesaria siempre y cuando no se pierda la esencia técnica y la independencia estratégica de la entidad de promoción. También de cómo serán los anunciados cambios en Fontur para que deje de ser una simple oficina de ejecución de proyectos y pueda tener un valor adicional en el fomento, en la gestión de alianzas y de inversiones para emprendimientos y participe en la consolidación de criterios que permitan determinar dónde, quién, cómo y cuándo se puede desarrollar un turismo sostenible en el país.
Se espera que el Gobierno explique el plan sectorial 2018-2022, cómo se insertará en las regiones, más allá de las directrices nacionales que suelen perder su propósito cuando aterrizan sobre las realidades municipales. cómo se constituirá en un vehículo para desarrollar la economía naranja y de cómo intervendrá el sector en la consolidación de la paz y el desarrollo productivo de las zonas más afectadas por el conflicto armado. Conocer los alcances de la nueva Ley de Turismo que se propone presentar al Congreso también sería interesante.
Detrás de La Vitrina hay muchos actores, muchas expectativas y un reto para consolidar el turismo de Colombia.
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