No basta serlo

En los últimos 15 años el turismo hacia a Colombia ha crecido a un promedio del 12 por ciento anual y todo indica que mantendremos esa tendencia, incluso con tasas de hasta el 17 por ciento.

Los visitantes extranjeros reconocen la amabilidad de los colombianos, la variedad de experiencias en un mismo lugar, el incremento de frecuencias aéreas, el mayor conocimiento e información en la web, mejor capacitación en la venta de los productos turísticos, mayor infraestructura hotelera; un destino amigable, exótico, nuevo, diverso;  una oferta de productos turísticos diferentes a otros países de América Latina.

Hemos dado pasos importantes, pero comienzan a aparecer síntomas de fatiga en los servicios, en las condiciones de las instalaciones, en los accesos, en la seguridad. Que logremos ser un destino de talla mundial dependerá de qué y cómo lo hagamos, porque corremos el riesgo de que todos los esfuerzos se vayan diluyendo en la ineficiencia, en el cansancio, en la falta de previsión, de inversión, de actitud.

Muy importante mejorar, capacitarse, forjar una cultura de servicio acorde con el destino, mantener la calidad, el entusiasmo, pues la competencia es muy fuerte y todos nuestros competidores trabajan sin descanso en mejorar su oferta.

Así como el turista satisfecho trae más turistas, el turista insatisfecho aleja a otros. No podemos renunciar a la calidad y nos urge mantenernos unidos, trabajar sin descanso y con entusiasmo para que no se diluya la tendencia positiva por Colombia.

Colombia es uno de los destinos más costosos de América. Independiente de que contamos con una devaluación muy alta los precios siguen anclados al dólar y no nos hemos dado cuenta de que los demás países han pasado esa ventaja competitiva a mantener las tarifas para hacer sus destinos más atractivos.

El cuidado y la limpieza de los sitios de interés en nuestras ciudades es inconstante y eso afecta su imagen. Calles sucias, playas contaminadas, monumentos descuidados, calles intransitables, exceso de vendedores ambulantes insistentes e impertinentes, servicios deficientes, falta de buenos guías y de normas básicas de atención al visitante deterioran la imagen y desestimulan al turista.

Para quienes promocionamos el turismo colombiano y buscamos viajeros de alto nivel de consumo es chocante observar escenas donde el turista es engañado por vendedores, que los taxistas cobren tarifas desproporcionadas y sin control, que haya personas sin escrúpulos haciendo de las suyas.

Es urgente regular el transporte, la venta callejera, los servicios de tures locales, la señalización y que los gremios, los hoteleros, los dueños de restaurantes, los turoperadores trabajen unidos para que los precios sean competitivos y la experiencia sea realmente inolvidable en los destinos mágicos de Colombia.

Tenemos que mirar cómo queremos trabajar uno de los activos más importantes que tiene el país para lograr contribuir a la balanza comercial. Podemos hacer una gran injerencia con el turismo, pero todos deben aportar, volviéndose más profesionales, utilizando las herramientas en línea y de tecnologías, perfeccionando el servicio, estableciendo normas y tarifas, cuidando nuestras playas, limpiando nuestros destinos, cuidando a los turistas, y trabajando todos por lograr que Colombia no crezca solo al 10% sino al 20% o porque no al 30% año tras año el número de turistas que llegan al país.

Lea el texto publicado en El Tiempo aquí