Hoy que se celebra el Día Mundial del Turismo y que Colombia entró a un año electoral, es una buena oportunidad para hacer un ejercicio en prospectiva, reflexionar más allá de lo que será la pospandemia, visualizar qué podemos hacer en la industria para lo que resta de década, proponer a los candidatos que lo asuman como una prioridad, que es indispensable pensar en qué sigue después de los oportunos paliativos suministrados para sostenerla y comenzar a dar pasos firmes.
Si bien los primeros auxilios, las ayudas coyunturales y los avances digitales que se produjeron durante este tiempo contribuyeron a la reactivación y las cifras muestran una recuperación positiva, llegó el momento gestar una política de Estado más determinada, con visión y ambición de largo plazo.
Al actual Gobierno Nacional se le abona que presentó una Ley de Turismo que mejoró notablemente la colcha de retazos que teníamos, que deja un terreno preparado para el turismo sostenible, pero desaprovechó la estrategia de los corredores turísticos concebidos para integrar las regiones, mejorar la oferta y su competitividad y diversificar los destinos.
Los países que apostaron en el turismo son ejemplo de cómo esta actividad es pilar importante del desarrollo, para la creación de empleo, la integración cultural, la interacción comunitaria y es también un medio para propiciar el cuidado ambiental, la inclusión, la equidad y la paz.
Para conmemorar este día traigo hoy algunas propuestas que he ido anotando con los años y que debo en parte a conversaciones con empresarios y expertos.
Lo primero es que se requiere de una institucionalidad más fuerte, vinculante y decisoria. Si el turismo es tan importante como todos creemos y tan determinante como pensamos lo que más necesitamos es un Ministerio de Turismo. Un Ministerio con dedicación exclusiva y permanente, que aglutine, articule, que tenga capacidad de estructurar grandes proyectos y recoger en una sola estrategia toda la cantidad de políticas para el sector dispersas en otras carteras y entidades.
No hará falta incrementar la burocracia oficial ni el gasto. Los recursos y el personal existen. De lo que se trata es de reorganizar la estructura, darle independencia y jerarquía para que pueda ejecutar acciones de impacto. Urge entregarle al turismo los recursos que le corresponden pero que no se le asignan o se desvían a otros sectores. Estos recursos son indispensables para su competitividad y la promoción nacional e internacional.
El turismo necesita amplios beneficios tributarios, transformar Fontur en una entidad de fomento de inversión y promoción que identifique, estructure, acompañe y ejecute proyectos de desarrollo sostenible de gran envergadura y minimice el efecto regadera en la entrega de recursos; incrementar las zonas económicas especiales, crear fondos de inversión y de emprendimiento, ofrecer incentivos para infraestructura, facilitar acceso a créditos blandos con periodos de gracia y bajas tasas, promover la expansión digital, la incorporación de tecnología, potenciar la capacitación técnica y el bilingüismo, promover proyectos con oportunidades para quienes están más expuestos a factores de ilegalidad.
Para dejar de ser el país del futuro y convertirlo en presente, comencemos con el turismo, aprovechemos que es un tema en el que pareciera que todos estamos de acuerdo.
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