Nunca el tejido empresarial había tenido tan buena imagen ante la opinión pública como en los tiempos actuales. Así lo confirman todas las encuestas recientes sobre el papel que juega el sector privado en la sociedad, su compromiso y solidaridad durante la pandemia, su determinación para mantener los puestos de trabajo en tiempos de crisis y la incondicional disposición para afrontar las adversidades con un pensamiento colectivo y acciones propositivas.
Los colombianos reconocen que el sector privado garantiza la estabilidad económica, inyecta recursos para el bienestar de la población, moderniza la estructura industrial, incorpora innovación, tecnología y conocimiento y contribuye a la estabilidad institucional de la nación: y por eso aquí debe estar y quedarse, para continuar con su aporte dentro del rol que les compete, dentro de un estado social de derecho como es Colombia.
Negar la ascendencia del sector productivo en las nuevas sociedades es injusto e ingenuo, como también lo es minimizar el papel del Estado como garante de las reglas del juego, de la estabilidad macroeconómica y del gasto público, pero ni el Estado es el mercado, ni el mercado puede suplir al Estado. Establecer las diferencias y encontrar las sinergias para aportar conjuntamente a reducir las brechas sociales podría ser el comienzo del cambio que reclaman los colombianos para un crecimiento sostenible con equidad.
Los vientos del cambio exigen que no perdamos el norte, el tejido empresarial ha estado, está y debe continuar como eje central y pilar principal de la sociedad, debe persistir y prevalecer en la tarea de llevar a buen puerto el barco en el que vamos todos y que requiere más que nunca de instituciones fuertes que hagan injerencia, y que no se mancille su prestigio, como lo intentan algunos canales informativos y redes sociales ciertamente tendenciosos y parcializados.
Por el lado de los empresarios hay mucha expectativa. La semana pasada el Centro Nacional de Consultoría (CNC) presentó una encuesta sobre la percepción empresarial en la actual coyuntura del país y confirmó la desconexión entre el sector privado y el público y la necesidad de tender puentes para un diálogo que facilite la concertación y propicie la confianza institucional.
También reconocen que, para reducir brechas sociales, el desempleo e impulsar el desarrollo económico de Colombia, se necesita un trabajo mancomunado, complementario, con una comunicación abierta y constructiva frente a las oportunidades y retos más allá de las reformas sociales.
Se necesita apoyo para emprendedores y para las micro y pequeñas empresas, así como mayor involucramiento de jóvenes y mujeres, capacitación adecuada del personal, ecosistemas para que las grandes compren y apoyen a las chiquitas, las apadrinen, les ayuden a crecer y las lleven a los mercados internacionales.
Al margen de que hay que buscar ese diálogo permanente y constructivo, el tejido empresarial tiene un rol fundamental dentro de la democracia y debe seguir cumpliéndolo con el mismo rigor, dinamismo e ímpetu para que el barco se mantenga a flote. Está demostrado que si hay mas empresa hay más empleo, que más inversión es más empleo de calidad, que el trabajo es la fórmula para que haya menos pobreza y por eso aquí debemos estar y aquí debemos quedarnos: construyendo un futuro para las siguientes generaciones.
Columna en
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