Como una obra de teatro de monólogos simultáneos, con muchos actores repitiendo sus libretos, dando vueltas por el tablado, sin entender lo que dicen otros porque su propia voz lo impide. Así transcurre la actualidad nacional, con diversos personajes que miran sin ver y oyen sin escuchar.
Es hora de que el director de la obra organice un libreto para que los actores hablen a su turno, respondan a una puesta en escena, cumplan el papel que tienen asignado, se le dé sentido a la función, con un comienzo congruente y un final que despeje la incertidumbre.
En Colombia, la política a menudo se ha visto afectada por el preocupante fenómeno del monólogo político, con escasa participación ciudadana en los escenarios públicos, imposición de agendas y vocerías inconsultas.
Este monumental soliloquio produce desencanto y una creciente desconexión entre los ciudadanos y los tomadores de decisiones. Muchos ciudadanos se sienten excluidos del proceso político, sin la oportunidad de expresar sus preocupaciones o incidir en las decisiones que afectan sus vidas, por el contrario, se ha exacerbado la polarización, se ignora la diversidad de ideas y se pierden las perspectivas necesarias para una democracia sana y robusta.
La democracia no se trata solo de votar cada cierto año, sino de promover una participación ciudadana activa y significativa en todas las etapas del proceso político. Los ciudadanos deben tener la oportunidad de expresar sus opiniones, plantear sus preocupaciones y contribuir a la toma de decisiones de manera informada.
Superar el monólogo político requiere de voluntad, no de un solo lado de la moneda, sino de ambos, y eso implica abrir espacios “reales” para el diálogo y el debate constructivo, donde se escuchen y se valoren las distintas perspectivas.
Para ello, es necesario fortalecer los mecanismos donde se puedan desarrollar discusiones por temáticas, como han existido anteriormente y que ayudaron en su momento a construir diálogos y concertaciones en beneficio del país, como fueron los consejos directivos del sector público-privado, así como los foros de concertación, las asambleas comunitarias, los debates abiertos, los coloquios o cualquier otra herramienta que permita a los diferentes estamentos incidir directamente en las decisiones que les afectan, promoviendo así una mayor transparencia y rendición de cuentas.
También es fundamental fomentar una cultura política basada en la ética, la responsabilidad y el respeto. Los líderes deben ser ejemplo de integridad y compromiso con el bienestar común, dejando de lado intereses particulares y las ambiciones de grupo.
En tiempos de cambio es responsabilidad de todos abrir espacios, estar dispuestos a involucrarnos activamente, informarnos sobre los asuntos públicos, formar opiniones fundamentadas y participar en espacios de debate y deliberación.
El monólogo político representa un obstáculo para la construcción de una democracia sólida y participativa. Superar este fenómeno requiere de un esfuerzo colectivo, donde los ciudadanos, los líderes políticos, los empresarios, gremios y las instituciones trabajen juntos para promover la discusión abierta, la participación y la diversidad de ideas. Solo así podremos construir un país más inclusivo, justo y próspero para todos los colombianos. ¡Es momento de dejar el monólogo!
Columna publicada en La República aquí