En su pronunciamiento más contundente sobre el turismo, el candidato Gustavo Petro, hoy presidente electo, afirmó en un tuit que su propósito era “llegar a los 15 millones de turistas con ingresos de USD $15.000 millones anuales”, y aunque en sus posteriores declaraciones ni en su programa de gobierno establece una estrategia política al respecto, si dejó claro el mensaje de que “con la nueva economía serán decenas de miles de casas/hotel de familias que podrán vender mundialmente servicios de hotelería y no las cadenas hoteleras”.
A campaña pasada, la industria del turismo esperaría que ese propósito de convertir “decenas de miles de casas/hotel de familias” no signifique la informalización plena de la hostelería, que ya cuenta con los mayores índices de informalidad en la economía colombiana.
Seguramente las cadenas hoteleras tendrán motivos suficientes para retirar sus avisos y sus inversiones, a menos que esperen a que aflore la sensatez en el nuevo gobierno una vez se instale a sus ejecutores en los puestos del poder y estos descubran a tiempo que la informalidad es la madre del caos y que decenas de miles de casas/hotel serán simples dormideros para el turismo barato, una práctica que los países con vocación turística intentan a toda costa evitar para preservar la reputación de los destinos de clase mundial y salvaguardar la calidad de la oferta.
Durante muchos años quienes trabajamos por la promoción de Colombia convencimos a las aerolíneas, a las cadenas hoteleras y a los turistas mismos que había que venir, conocer la diversidad cultural, su riqueza natural, la amabilidad de su gente, su música, sus ciudades y paisajes, y en menos de una década se logró poner al país en el mapa del turismo.
Las propuestas de Petro sobre ese sector están inmersas en lo que llama “Pacto por un turismo en armonía con la vida” que no menciona los 15 millones de turistas ni los 15.000 millones de dólares ni los hospedajes en casas de familias, aunque si se extiende en los términos más afines a su discurso sobre la vida, la diversidad, la cultura, la naturaleza, las comunidades y la salud como parte esencial del turismo que imagina.
Son, en efecto, conceptos que se trabajan con mucho interés desde hace dos décadas, como la necesidad de reforzar el papel de la mujer como eje del desarrollo turístico. De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (OMT), en la mayor parte de las regiones del mundo las mujeres son mayoría en la fuerza laboral del sector, sin embargo, tienden a concentrarse en los empleos peor remunerados y menos reconocidos y además llevan a cabo un gran volumen de trabajo no remunerado en negocios turísticos familiares.
Es acertado involucrar a todo el país en el turismo sin que eso suponga desmejorar los servicios, ni desalentar a las empresas que llevan décadas trabajando, que han invertido y ganado experiencia y que además llevan más de dos años paralizados y nadando contracorriente por los efectos de la pandemia. La industria necesita apoyo para que se sostenga, ya que sin buen servicio y sin calidad, tampoco hay turistas.
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