No habrá cama para tanta gente si no logramos hacer un gasto con propósito y direccionado a mejorar la calidad de vida de las personas a largo plazo, con educación, infraestructura social, etc. La gestión del gasto social es una alta responsabilidad del sector público, como lo es la articulación de los subsectores público y privado en la provisión de servicios sociales.
El ejercicio legítimo de la autoridad es del Gobierno. En consecuencia, es más responsable aún, y resulta evidente que es quien debe tomar la iniciativa de institucionalizar caminos de diálogo transparentes, inclusivos, de todos los sectores productivos.
Hace poco vi una imagen que me llamó poderosamente la atención. En el primer cuadro un pez grande perseguía a muchos pececillos pequeños bajo el título “no entrar en pánico”. En el segundo cuadro los pececillos, juntos, bajo la forma de un pez mucho más grande que el agresor, perseguía al perseguidor: organicémonos, puntualizaba el gráfico.
En mi entender, el pez grande representa los problemas, las desigualdades sociales, y los peces pequeños somos los ciudadanos, sus instituciones, la sociedad, todos nosotros. Se trata de una representación efectiva de cómo afrontar las adversidades, hacer de la unión la fuerza, del diálogo una fortaleza y de encontrar la solución mediante la concertación, un acuerdo sobre lo fundamental, como lo proponía el líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, fallecido hace 28 años en medio de la violencia indiscriminada que padeció Colombia en la última década del siglo pasado.
Y se me viene esa imagen a la cabeza cada vez que veo, leo y escucho las noticias sobre la actualidad política y económica del país, porque lo que se percibe es que tenemos un monstruo invisible de dificultades que nos ataca y escapamos en desbandada, cada uno como puede, sin hablarnos, sin articularnos, imbuidos en nuestros propicios intereses, desconociendo que solo juntos podremos derrotar la adversidad y construir un mejor futuro.
Y entonces me encuentro con la noticia de que Colombia aumenta de forma alarmante el gasto público con relación al PIB, y que este está direccionado a incrementar progresivamente los subsidios, las trasferencias discrecionales y asistencialistas, desplazando la inversión en infraestructura física, los programas de desarrollo social, los educacionales, tecnológicos, financieros y todos los que contribuyen a un progreso integral con cobertura nacional.
Está sustentando en múltiples análisis que los subsidios aislados y fragmentados, sin un componente de condicionalidad, sirven poco para sacar personas de la pobreza. Los subsidios deben otorgar a los colombianos las herramientas para su crecimiento personal, laboral y económico, para que juntos logremos organizarnos y tener el poder de resolver para siempre la inequidad, la exclusión y la ilegalidad y devolverles la dignidad a las víctimas de nuestra historia de injusticias.
Colombia es el quinto país con el mayor gasto público de América Latina con respecto al PIB, con una limitación clara de recursos para cubrir todo el gasto propuesto. Es importante, sin duda, generar acciones para crear mayor bienestar y reducir las brechas sociales, pero si no se hace una estrategia para generar eficiencias y resultados que contribuyan al crecimiento, difícilmente habrá cama para tanta gente y, en cambio, sí más descontento.
Columna publicada en La República aquí