Primero hambre cero

A seis años de cumplirse la fecha para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, Colombia tiene un atraso significativo en el principal de ellos: en el desafío de hambre cero tiene apenas un cumplimiento del 23.9%, según las últimas mediciones publicadas por el DNP.

“Se le están muriendo los niños de hambre, presidente”, titula un artículo de Patricia Lara Salive en El Espectador en el que señala que el año pasado la desnutrición aguda en menores de cinco años aumentó 14,29%, lo cual deriva en menos coeficiente intelectual, menos de escolaridad, menos ingresos en su vida adulta y más pobreza para el país.

Que haya más hambre y pobreza es un asunto intolerable que merece toda la atención de la sociedad. Es innegable que sufrimos una crisis de valores, que ya es tiempo de que cada uno reaccione y contribuya a construir una sociedad de consideración y respeto por los demás, que haya una mayor participación ciudadana en la defensa del buen ser y proceder, una cruzada por la ética y un reconocimiento al valor moral del ejemplo.

Necesitamos un marco referencial de posibilidades transformadoras de los individuos para el desarrollo sostenible y con los cuales se procura darle una mayor dimensión a las habilidades, cualidades o destrezas que necesitamos fomentar para un mejor futuro.

Valdría la pena hacer un ejercicio de introspección y analizar las capacidades internas que tenemos o necesitamos desarrollar para alcanzar cambios en un contexto tan complejo para trabajar objetivos comunes que contribuyan a eliminar la cultura de la trampa, del dinero fácil, del camino corto, de la ilegalidad, la competencia desleal, la corrupción, la economía subterránea en todas sus formas, lacras que enferman la estructura social y comprometen el destino de una Nación. Por nuestros hijos debemos aportar el granito de arena que nos corresponde.

Porque nadie puede ser ético a la fuerza debemos reflexionar sobre nuestra libertad, los derechos y los deberes. Cada uno medir las consecuencias de sus actos, buscar el beneficio común, mejorar el entorno en todos los ámbitos en los que actuamos, porque solo el ejemplo nos permitirá fortalecer la cadena del relacionamiento colectivo y reducirá la vulnerabilidad ante la corrupción.

Lograr un mundo sostenible y próspero para la humanidad dependerá de la sumatoria de esfuerzos colectivos, pero también es un viaje que puede y debe comenzar por uno mismo, dado a que ya tenemos suficiente evidencia de que los cambios estructurales en nuestras sociedades necesitan el aporte individual, el trabajo conjunto en ámbitos de paz y tolerancia.

No podremos afrontar los retos de la sostenibilidad sin modificar actitudes personalistas, sin entender la vida compartida y las necesidades ajenas, sin reconocer la pobreza y la marginalidad de muchos colombianos. Se trata de fomentar aquellas capacidades y cualidades sin las cuales los cambios que creemos necesarios serán imposibles.

El hambre cero es un tema de todos, pero sobre todo de una política integral que ofrezca oportunidades con inversión pública de calidad y productiva, con viabilidad para las empresas que son la principal fuente de riqueza y de prosperidad nacional. Acabar el hambre y reducir la pobreza solo se logrará cuando todos los colombianos tengan oportunidades de una educación pertinente y un empleo digno.

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