El próximo año se cumplen 200 años de las relaciones diplomáticas entre Colombia y EE.UU. Se trata de una oportunidad de oro para afianzar los lazos de amistad e impulsar el comercio y la cooperación con nuestro principal socio y aliado. Y dado el momento histórico internacional también es el ámbito idóneo para concretar la Ruta de las Américas, la integración continental, desde Alaska hasta la Patagonia.
Más allá de las disparidades en las economías y las diferencias políticas convendría que las naciones americanas retomaran el espíritu de amistad y aprovecharan la conveniencia coyuntural para superar tantas décadas de distanciamientos incomprensibles, trabajar juntos por la complementariedad, el desarrollo de tecnología, proveeduría e incorporarse a las cadenas globales de suministros.
Los países podrían desarrollar mejores acuerdos que les permitan unir esfuerzos para vender y comprar en la región, superar problemas de infraestructura de carreteras, ferrocarriles y de redes digitales, mejorar la capacidad productiva y su competitividad.
La recomendación de los expertos sigue siendo que América Latina debe aprovechar las tensiones entre EE.UU. y China, el distanciamiento estadounidense de las fábricas chinas y su cercanía geográfica. Para ello hay que establecer cadenas de suministros, incorporar tecnología y fortalecer la agenda diplomática y comercial con EE.UU.
Los beneficios de una mayor apertura podrán aumentar en los próximos años. El presidente Joe Biden está interesado en abordar las “causas fundamentales” de la migración y ha prometido gastar miles de millones de dólares en toda la zona para abordar estos problemas.
Biden, además, promociona el “Build Back Better World” (b3w), una iniciativa emprendida en el seno del G7 y diseñada para contrarrestar la influencia estratégica de China en las naciones en desarrollo. Los fondos movilizados por EE.UU. podrían utilizarse para ayudar a unir a las Américas a través de carreteras, redes ferroviarias, puertos y banda ancha.
Primero debemos evaluar los daños y las posibilidades dejados por la pandemia. Entender que los estrictos confinamientos y las restricciones, cada vez menos rigurosas, nos conducen a una nueva normalidad económica donde las brechas estructurales acentuadas por la emergencia sanitaria nos invitan a superar desafíos y avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Entender que la pandemia agravó los índices de pobreza en la región (62 millones de personas sobreviven en condiciones de pobreza extrema), que la inequidad impide el normal desarrollo de las poblaciones y las clases medias se han hecho más vulnerables. Vivimos una cultura política de corto plazo y con dependencia electoral, sin una continuidad de Estado.
Sin acceso a servicios públicos y a una buena educación, con óptima conectividad y acceso, será muy difícil desarrollar políticas de sostenibilidad (66,2 millones de hogares de la región no cuentan con conexión a internet) y menos si no tomamos conciencia del cambio climático que ya es muy evidente en América Latina.
Ninguna región ha sufrido más como resultado de la pandemia como América Latina (más de 2,1 millones de fallecidos por el covid-19. Urge una reflexión continental. Estamos frente a un escenario propicio, que nos conviene y que tenemos que trabajar desde ya. No podemos seguir con las décadas perdidas.
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