La pandemia dejó claro el diagnóstico: hay que revisar los modelos de desarrollo y los paradigmas de la civilización. La sostenibilidad era apenas un discurso de buenos propósitos antes de la pandemia, con poco involucramiento tanto del sector público como del privado, pero quedó demostrado que el planeta está enfermo y estamos frente al mayor desafío universal de la vida contemporánea.
Hoy caben pocas dudas sobre la urgencia de tomar acciones rápidas, como incorporar los conceptos de sostenibilidad en la educación, reducir al máximo las emisiones de carbono, contar con recursos financieros y físicos y humanos, garantizar información clara y oportuna para la ciudadanía y crear una conciencia colectiva sobre los peligros del calentamiento global y el deterioro de las reservas naturales.
El turismo, al estar interconectado con más de 40 actividades económicas, será un termómetro de ese cambio, con el desafío adicional de demostrar que se puede pasar del discurso a las acciones, que los seres humanos entendamos que la sostenibilidad debe reflejarse en todas nuestras acciones.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) proponen para el sector turismo tres objetivos (8,12 y 14), al cual le agrego uno más (el 13):
Trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8) – Crecimiento inclusivo y sostenible, empleo pleno y productivo, menos informalidad y más productividad. En Colombia, las mujeres con educación media y profesional tienen en promedio un desempleo 67% mayor que los hombres y el mundo digital sigue lejano para buena parte de los colombianos.
Producción y consumo responsable (ODS-12) – Separar el crecimiento económico del uso de recursos es uno de los desafíos más importantes y complejos que afronta la humanidad. En Colombia, en 2015, se desperdiciaron 9,8 millones de toneladas de alimentos. Situación alarmante si se considera que en el país 3,4 millones de personas no logran satisfacer sus necesidades alimentarias para llevar una vida activa y sana.
Acción por el clima (ODS 13) – Reducir el 20% de las emisiones a 2030, lo que obliga a la racionalización del uso de energías fósiles, utilizar energía limpia, aplicar la economía circular, proteger los ecosistemas y minimizar el derroche, el desperdicio y el individualismo. Se destruyen 18 millones de hectáreas de bosques cada año en el mundo, mientras la atmósfera se satura de gas carbónico y un millón de especies animales y de plantas están en peligro de extinción.
Vida submarina (ODS-14) – Los océanos regulan el clima, generan la mayor parte del oxígeno y proporcionan recursos naturales y alimentos. En la medida que la acidez de los mares aumenta, su capacidad de absorber el CO2 disminuye. En Colombia solo 10% de los plásticos se recicla, mientras los ríos se contaminan y llegan millones de toneladas de desperdicios al mar.
Urge fortalecer la capacidad institucional, especialmente la del sistema regional de áreas protegidas del Caribe y el Pacífico, para que sus autoridades ambientales y los institutos de investigación cumplan acciones que permitan asegurar su importancia ecológica.
Estamos ante un discurso con una evidente necesidad de transformar en realidad por el bien de todos y garantizar que ese esfuerzo jamás pierda el impulso que le ha dado la pandemia.
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