Hay realidades manifiestas y universales como que el mundo está en plena transición energética y que cada día son más importantes y procurados los minerales críticos fundamentales para esa transformación y para posicionarse estratégicamente en las cadenas de valor, en momentos en los que se impone el nearshore y empeora el estado de tensión geopolítica entre las naciones.
El nuevo escenario para el cambio energético está puesto sobre la mesa e incluye energías renovables como solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica y otras más sofisticadas que se desarrollan con rapidez gracias a los adelantos tecnológicos. Y se conocen los minerales críticos necesarios, entre ellos cobre, níquel, cobalto, litio, cromo, grafito, manganeso y el zinc.
Y algo de todo eso tenemos, pero en Colombia nos quedamos con mucha retórica y poca acción, como dicen coloquialmente mucho tilín tilín y nada de paletas.
Seguimos sin una política clara para su exploración, explotación y aprovechamiento, con lo cual estamos aplazando la oportunidad de entrar en el mercado de las tecnologías limpias y renovables, impulsar otras industrias, recibir mayores ingresos fiscales e impulsar la inversión.
Hablamos de transición, de acabar con la exploración de petróleo sin contar con un plan B que lo sustituya, en pleno contexto de desaceleración, con aumento del desempleo, expectativas de bajo crecimiento y sin paletas en el carrito.
Colombia posee un potencial significativo en cuanto a minerales críticos, aunque aún se encuentra en etapas tempranas de desarrollo en comparación con otros países y carece de un plan nacional que garantice seguridad jurídica, infraestructura, desarrollo de tecnologías y prácticas sostenibles de extracción y procesamiento.
Tenemos un aliado cercano y seguro, que es Estados Unidos, sobre todo en las actuales circunstancias de conflictos en Europa y Asia. Si bien las actuales guerras suenan muy distantes para los latinoamericanos, las tensiones occidentales con China y la posibilidad de una “guerra fría” si nos afectarán de manera directa porque el gigante asiático es el principal mercado de exportación para la mayoría de los países de la región, importante inversor y proveedor de bienes de consumo de alta gama.
El FMI considera que, si la economía mundial se divide en dos bloques, el crecimiento global podría caer entre el 2,5% y 7%.
Una mina puede tardar 15 años o más en establecerse y estamos a menos de una década de la meta de muchas industrias para abandonar el uso de combustibles fósiles. Es un proceso que requiere inversión, tecnología, manejo de las comunidades locales, regalías y lo que tenemos de momento es apenas voluntad política. Hace falta mucho más.
Explorar y desarrollar minerales críticos en Colombia tendrá varios beneficios económicos y estratégicos como la diversificación de la base económica y la reducción de su dependencia a los hidrocarburos, además que impulsará otras industrias como la construcción, la logística y la manufactura y aumentará los ingresos fiscales.
Colombia cuenta con una participación importante de minería ilegal, el reto es transformarla, hacerla legal y sostenible, contribuir a la lucha contra el cambio climático, aprovechar las sinergias económicas y de cooperación que ofrecen los países desarrollados como EE.UU., dentro de una transición energética que nos permita hacer el mejor uso de todos nuestros recursos.
Publicada en La República, disponible aquí