Sea una coyuntura de proveeduría, escases en el mercado, saboteos interesados o pura negligencia, las noticias de que las aerolíneas comenzaban a parar sus aviones por falta de combustible cayeron como un bombazo en el sector del turismo y activa las alarmas en todos los sectores.
Y aunque pareciera que ha sido una circunstancia superada ha dejado un mal sabor y un rastro de preocupación, sobre todo para los operadores que planifican sus actividades futuras basados en distintas variables, como el acceso y el costo de la energía, y más si se considera que el Gobierno colombiano hace esfuerzos para restringir la exploración, perforación y producción de hidrocarburos sin que existan otras formas de energía para sustituirlas.
Más allá de la coyuntura, pierde el país como un hub de conexiones, evidencia la débil infraestructura y abre la puerta que las aerolíneas extranjeras prefieran expandirse y conectar en otros aeropuertos del Caribe, o la Región Andina o de Centroamérica, donde hay certeza y garantías de proveeduría y planes de contingencia oportunos.
Colombia tiene una posición privilegiada en la región, siendo Bogotá el tercer aeropuerto de más tráfico en la región (después de Sao Paulo y Ciudad de México). Esta situación no solo desconecta a las ciudades y al país, sino que impacta toda la cadena que se deriva de la aviación, comenzando por el turismo, de la que dependen decenas de subsectores como hotelería, restaurantes y transporte.
La estrategia de tankering (cargar más combustible del necesario para un viaje, para aprovechar los precios más bajos en el aeropuerto de origen o cuando hay escasez de combustible en el aeropuerto de destino) no es viable para todas las aerolíneas y menos aún para las internacionales. Además, por pequeña que sea una crisis impacta en la inflación y crea incertidumbre en el transporte terrestre.
Los empresarios viven un estado de “crisis management” en los últimos años para minimizar los daños ocasionados y restaurar las operaciones en el menor tiempo posible, a fin de evitar pérdidas económicas importantes, y que obligan a mantener activas las evaluaciones de riesgo, los planes de contingencia, además de maniobrar en un ambiente con alta incertidumbre, para darle continuidad a las empresas.
Colombia, como la mayoría de los países, tiene una comisión de regulación para definir las reglas de los mercados de energía (Comisión de Regulación de Energía y Gas-CREG) que define las reglas del juego para asegurar la disponibilidad de una oferta energética eficiente, propiciar la competencia en el sector de minas y energía y proponer la adopción de las medidas necesarias para impedir abusos de posición dominante y buscar la liberación gradual de los mercados hacia la libre competencia.
Para mejorar la competitividad de las tarifas de energía eléctrica se debe pasar del discurso a la acción, por ejemplo, se requiere una Ley para reducir la opción tarifaria en las facturas de los usuarios.
Así mismo, la apropiación de recursos para mitigar el efecto del impacto de las pérdidas en la tarifa de energía en la región Caribe y la revisión del esquema de subsidios.
La crítica situación de abastecimiento de combustible para aviación en Colombia refleja sin duda varios problemas en este proceso. Colombia es un país que necesita estar conectado por aire, además de ser un servicio público esencial. Se prendieron las alarmas y aunque bajen las aguas debemos estar preparados.
Publicada en Ladevi, disponible aquí