Diálogo de sordos

La semana pasada nos reunimos un grupo significativo y diverso de altos funcionarios del Gobierno Nacional, distintas personalidades de las regiones, congresistas, líderes sociales, jóvenes, representantes de entidades multilaterales y del sector empresarial del país para hablar sobre “El desafío de democracia” y pese a la disparidad de opiniones hubo consenso sobre la importancia de la institucionalidad, de la democracia, del crecimiento con equidad e inclusión y de mantener un diálogo abierto y permanente.

El esfuerzo por congregar líderes de diferentes estamentos de la sociedad colombiana es muy válido, y aunque en los conceptos globales decimos casi lo mismo, al final quedó la sensación de que en la práctica cada cual dispara hacia sus propios intereses, de que hablamos mucho y escuchamos poco, algo muy parecido a un diálogo de sordos. Tal vez ese sea el mayor desafío que tenemos los colombianos por delante: evitar que la democracia se nos consuma en un diálogo de sordos.

Hay muy poca apertura a ponerse en los zapatos del otro, interactuamos apenas lo necesario, en lugar de alianzas para construir hacemos más grandes las grietas que nos separan, menospreciamos la opinión ajena, subvaloramos la experiencia y el conocimiento de los expertos, construimos por pedazos un proyecto que necesita el esfuerzo y la persistencia de todos, de la unidad, la articulación y la confianza colectiva.

No es conveniente vernos como extraños, que al sector productivo se le catalogue como un ente egoísta absorto en sus propios beneficios, o que a los jóvenes se les mire como a unos rebeldes sin causa, o a los líderes sociales como héroes solitarios y marginados, o a las regiones como mundos ajenos y dispersos. Dentro de una democracia todos tenemos roles y lo que es importante es cumplir con ellos, enriquecer la democracia y consolidar sus pilares: la justicia, la igualdad, solidaridad y libertad.

En el encuentro variopinto se escucharon razones, reclamos, peticiones, pero no voces que reconozcan que en las últimas décadas hemos superado dificultades, hemos crecido, evolucionado y sacado muchas familias de la pobreza. También es cierto que, como en la mayoría de los países, Colombia necesita cambios y sus ciudadanos así lo han expresado, sin que eso implique entregar cheques en blanco para aventuras peligrosas o irresponsables. Lo ocurrido en Chile es un buen ejemplo.

Tenemos un tejido empresarial fortalecido que contribuye al crecimiento, a fortalecer las clases medias, a reconocer las diferencias, a respetar la diversidad, a jugar limpio, a crear empleo, a generar los ingresos para el gasto público. Y eso es más significativo si se considera que en Colombia más de 95% de ese tejido productivo son pymes.

Según el BID, el estado colombiano es de los más ineficientes de América Latina al manejar el gasto, particularmente en las transferencias se desperdician recursos que deberían enfocarse en crear oportunidades, propiciar las alianzas público-privadas que garanticen transparencia y eficacia, con acciones claras que impulsen la industria, fomenten la empresa y reduzcan las desigualdades.

Cada sector tiene un valor importante en la democracia y en el desarrollo de nuestro país, por lo que más allá de las diferencias nuestro deber es conciliar el futuro común, buscar consensos, convocar para escuchar, actuar sobre lo urgente y suspender el diálogo de sordos.

Publicado en La República aquí

También puede ver: Aliadas habla sobre la reforma tributaria del presidente Petro