Ni verde ni naranja, entre lila y violeta

El turismo sostenible va mucho más allá que generar riqueza sin destruir los entornos naturales. Requiere de una labor social eficiente, seguridad, tranquilidad, prevención, salud y oportunidades para las comunidades.

No hay otra actividad sectorial más transversal que el turismo. Todas las entidades nacionales y regionales tienen algo que ver con su desarrollo y control ó al menos podrían aportar en su manejo y consolidación.

Leí recientemente un artículo en “lasillavacia.com” que hace un juicioso análisis sobre la Ley del Turismo -que debe estar próxima a aprobarse- y en el que hace la observación de que nuestra próxima normatividad es más verde que naranja, lo cual es pertinente, aunque sí sería oportuno pintarle un poco de naranja al desarrollo siempre y cuando primero definamos bien qué es naranja, que es verde y, para seguir con el juego de colores, evitar los grises.

Lo perfecto es enemigo de lo bueno, y lograr un equilibrio sería el ideal, sin embargo, es difícil conciliar los pensamientos entre los conservacionistas extremos y los desarrolladores a ultranza. Tenemos que encontrar un punto de equilibrio, sostenible, que permita la conservación y el beneficio. La dinámica verde-naranja es buena propuesta si es innovadora y se trabaja desde la esencia natural del recurso humano local.

El desarrollo de la actividad turística en Colombia ha ido a la par con todo el proceso de pacificación, ambos han sido directamente proporcionales, es decir, a mayor paz mayor desarrollo. En este proceso, y durante los últimos lustros, los esfuerzos han estado orientados a brindarle al turista experiencias y productos locales sin mayor sofisticación. La sofisticación es un punto clave y hará la diferencia. En eso el impulso de una economía naranja planificada y sistemática puede ser de gran contribución.

Las sinergias entre verde y naranja están consignadas en los dos textos que avanzan en el Congreso, no obstante, cuando se dejan los conceptos muy abiertos y expuestos a la interpretación de cada quien se corren riesgos. Habría que esperar la nueva legislación, ojalá muy clara y concreta, sensata, que evite conflictos y propicie el diálogo. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.

No se trata de escoger entre uno u otro modelo de desarrollo o si el énfasis es verde o naranja, se trata de conciliar un proceso natural de adaptación a las nuevas realidades y exigencias de las normas de bioseguridad y sostenibilidad y de estar en sintonía con el programa estratégico de desarrollo.

Hay dos elementos de planificación y de administración que vale la pena destacar y que están señalados en la nueva ley, uno es la implementación de un inventario de atractivos turísticos, naturales, culturales y de memoria, que faciliten la panificación, y dos, delegar y descentralizar a los concejos y asambleas para que declaren los atractivos turísticos y pongan controles de acceso.  

Lila o violeta

Antes de darle el tono naranja, es importante establecer el contexto de qué es economía naranja, el cual es tan extenso como abstracto, lo que la deja en una situación de extrema fragilidad frente al inmenso aparato burocrático y expuesta al olvido institucional. Y si algo llamó la atención fue la rapidez con la que los colombianos nos subimos a la ola naranja, casi como una prolongación de la ola blanca de la paz. Hoy, tal vez por la pandemia, somos más proclives al verde que al naranja, pero no podemos dejar el uno sin el otro.

El extenso listado de las posibilidades naranja genera acciones dispersas porque se intenta abarcar todo y se aprieta poco. Por lo anterior, el punto de partida debería ser el ecoturismo, por cuyo entorno se mueven las industrias creativas, la cultura en todas sus posibilidades, y desde la tecnología, la innovación y el emprendimiento hasta la gastronomía, las artesanías, la moda o las artes visuales.

El ecoturismo, el turismo naturaleza, la ola verde, es tendencia mundial y el encadenador idóneo para potencializar el nuevo sector naranja, para darle un objetivo concreto al desafío y propiciar la interacción entre los diferentes actores e instituciones del Estado y la sociedad.

Se podría pensar en un organismo independiente que tenga como eje el ecoturismo, engranar allí a las industrias creativas, hacer converger las entidades afines, darle una evolución a iNNpulsa para sumarle a la innovación y al emprendimiento todas las acciones que la economía naranja y el turismo naturaleza generan en el sistema productivo.

Sería muy bueno saber de los progresos del Consejo Nacional de Economía Naranja, integrado por siete ministerios (Cultura, y no Comercio y Turismo, lo preside) y cinco entidades nacionales, que nació con el reto de establecer una política pública que produzca oferta competitiva, acceso al crédito, a los mercados, a las cadenas de valor; capaz de generar una dinámica permanente y progresiva que logre darle a la Nación liderazgo internacional y buenos dividendos. Y también conocer los alcances y avances del Viceministerio de Creatividad y Economía Naranja.

Propongo una mezcla versátil, creativa y sensata de verde con naranja, un tono entre lila y violeta, que es el resultado de su combinación según el énfasis que se le dé. Precisamos acciones para preservar y mantener nuestro ecosistema y aportarle al desarrollo económico a través del turismo sostenible, pero igual de indispensable, ahora más que nunca, es el desarrollo de la economía naranja para potencializar este sector, el mejor vehículo para promocionar, preservar y avanzar en el desarrollo del turismo.

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