El 12 de diciembre se cumplen cinco años de la firma del Acuerdo de París, por lo que la ONU ha impulsado una cumbre virtual para conmemorarlo y relanzar la lucha contra el calentamiento global.
Ese día Colombia hará oficial su compromiso de reducir en 51% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Más allá del anuncio, se trata de un gran desafío que requiere de un plan de desarrollo ambicioso, realista y realizable, un cambio de rumbo para la década que tenemos por delante. Que así sea y no se quede en propósitos de buena voluntad.
Son varios los factores que generan contaminación, ninguno como la pobreza y el subdesarrollo. Y también es allí donde golpea más duro la furia de la naturaleza que hemos desequilibrado y trastornado con los gases de efecto invernadero, que conllevan a desastres naturales. La estrategia debe buscar políticas sociales que reduzcan la pobreza, mejoren la productividad sostenible de las microempresas y combatan con eficiencia la delincuencia organizada y el narcotráfico.
El presidente Duque admitió que para llegar a esta meta debemos hacer la transición energética, la movilidad limpia, reducir la tasa de deforestación, sembrar árboles en todo el territorio, proteger la Amazonia, los páramos, todos los ecosistemas nacionales.
Si tenemos en cuenta que cualquier esfuerzo debe involucrar al sector privado y que 94% de nuestro tejido empresarial son microempresas, deben buscarse acciones viables. Un ejemplo, pese a sus limitaciones, son las Sociedades Comerciales de Beneficio e Interés Colectivo, o Sociedades BIC, empresas que voluntariamente combinan la actividad económica con acciones que contribuyan al bienestar de la sociedad y a proteger el medio ambiente. Serán buenas aliadas, pero carecen de estímulos adecuados. A la fecha, solo 300.000 de 1,9 millones de empresas han hecho ese cambio.
Gran parte de nuestro territorio más vulnerable está bajo la influencia de la delincuencia. Debido a ello una estrategia debe ser transversal, comenzar por la seguridad y control, con una política eficaz para la sustitución de cultivos y con herramientas eficientes para lograrlo, aumentar la reforestación a gran escala, reforzar la educación a todas las generaciones sobre la importancia de velar por cada uno por los ecosistemas y traer cooperación internacional para fortalecer las acciones. Tendremos que invertir recursos y trabajar sin descanso al menos para acercarnos al objetivo. La sensación de ahora es que vamos muy despacio y el 2030 está a la vuelta de la esquina.
Previo a la cita virtual de los 200 países signatarios, lo más destacado ha sido el anuncio del presidente electo de EE.UU., Joe Biden, de retomar los compromisos de París una vez asuma el poder. La UE dice que reducirá todas sus emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050, mientras China anunció que reduciría sus “emisiones de carbono” a cero para 2060.
Las nuevas generaciones exigen responsabilidad ambiental, reclaman inclusión, equidad y justicia, una educación a la altura de las circunstancias, un plan realista y un compromiso nacional, más allá de la mezquindad política y de los intereses económicos de particulares. Es el momento que cumplamos con el desafío ambiental y contribuyamos todos a sacarlo adelante y, para comenzar, se requiere de políticas claras, aplicables, con transición, estímulos y acompañamiento.
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