Colombia cuenta con una política de cielos abiertos que, acompañada de un esfuerzo en infraestructura, promoción y trabajo público-privado, le ha permitido mejorar su conectividad y pasar de 36.156 frecuencias aéreas en 2010 a 57.200 en 2019.
Sin embargo, y esto es muy importante, mantiene una restricción necesaria para evitar que la competencia desbocada y desleal afecte de manera directa a las compañías instaladas en el país, que invierten, generan empleo y diversifican rutas.
El proyecto de Ley de Cielos Abiertos propone que cualquier avión, desde cualquier procedencia, pueda recoger y dejar pasajeros y carga en cualquier lugar y sin ninguna restricción, en Colombia o en el exterior, incluyendo los mismos itinerarios de las aerolíneas instaladas que han invertido en abrir nuevos mercados, renovación e innovación.
No hay duda de que los cielos abiertos sin restricciones aumentarían el tráfico aéreo, desencadenarían una mayor competencia y, en principio, romperían los precios (que después volverán a como estaban), aunque la pregunta es si vale la pena abrir esa compuerta a cualquier costo, en menoscabo de los que se han comprometido con el país.
En términos aeronáuticos, las naciones pueden negociar acuerdos con diferentes niveles de libertad -en una escala de nueve-, siendo la tercera, la cuarta y quinta las que interesan en la actual discusión. Con la tercera se acepta que el avión de la otra nación desembarque pasajeros o carga; la cuarta permite que se embarquen en su territorio y viajen al país de origen de la aeronave.
Colombia hoy ofrece cielos abiertos en terceras y cuartas libertades, es decir, que la aerolínea tiene la posibilidad de hacer las rutas y frecuencias que requieran sus aerolíneas entre los dos países y al lugar que deseen. La quinta libertad es la suma de la tercera y la cuarta, y establece la posibilidad de que un avión pueda recibir o dejar pasajeros o carga en un lugar diferente al de origen o destino, en una escala intermedia.
Los tecnicismos son complejos para explicar y por eso es fácil confundir y calificar de proteccionistas a quienes llamamos la atención sobre la importancia de proteger a aquellos que creyeron en el país y han hecho crecer de manera importante el número de turistas sin detrimento de la libre competencia. Se trata de un equilibrio.
Reducir el costo del tiquete va más allá de entregar rutas a cualquier precio. Las tasas y sobretasas suponen 70% de su valor, por lo que resulta más prioritario reducir los costos y al tiempo aumentar la conectividad nacional, diversificar destinos para crear más tráfico y aeropuertos en condiciones para que más aerolíneas lleguen a ciudades diferentes a Bogotá.
La incertidumbre cunde en este momento al sector y los ponentes del proyecto de Ley afirman que la crisis aérea es buen pretexto para impulsar la política de cielos abiertos sin restricciones, justo ahora que tenemos que darle oxígeno a las compañías que invirtieron aquí y necesitan recuperarse.
Hoy, más de 164 aerolíneas internacionales tienen sus flotas en tierra y también problemas económicos. No sabemos cuáles de ellas tendrán una política a su medida. Hay que generar mayor competitividad, sin duda, no obstante abrir los cielos sin restricciones no es la forma y, en cualquier caso, la recuperación debe estar acompañada de una política integral para el sector.
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