Elecciones de EE.UU. y Colombia

Si bien es cierto que la contienda electoral que comienza este martes está rodeada de una incertidumbre natural y de una voluptuosidad emocional debido a una polarización nunca vista en ese país, los resultados van influir más en el estilo táctico que en el fondo estratégico de su política exterior.

Para el caso de Colombia, las relaciones seguirán sustentadas en las tradicionales vías diplomáticas, con matices de forma, pero no de fondo, con el mismo énfasis sobre la necesidad de combatir el narcotráfico, garantizar la democracia, la libre competencia, la facilitación del comercio y los derechos humanos, así como el desarrollo del posconflicto y el acompañamiento a la situación en Venezuela.

Por mucho que algunos analistas pronostiquen cambios contundentes para nuestros países si gana uno o el otro, lo cierto es que para EE.UU. el debate está en la política interna, sus prioridades hacia el exterior son menores y dadas las circunstancias están determinadas en las tensiones con China, su creciente influencia en el mundo y notoria presencia en América Latina, algo que los estadounidenses observan con preocupación.

América Latina, en efecto, no tendrá relevancia distinta a la que ha tenido, por lo que nos corresponde a los colombianos tomar las iniciativas para garantizar unas relaciones fluidas, constructivas y beneficiosas desde el punto de vista comercial y de cooperación. Se mantendrá el principio de que si se quiere algo de EE.UU. debemos ir a buscarlo.

No habrá cambios de fondo en la relación bipartidista, gane quien gane, aunque se requerirá un trabajo en el Congreso estadounidense para superar las posibles fracturas que se hayan producido por el exceso de interés de algunos sectores colombianos en la victoria de su preferido y que ha llevado a que el nombre de Colombia se haya citado en algunos momentos de la campaña. Nada que una buena diplomacia no logre resolver.

Seguiremos siendo un aliado en la región, con reconocimiento de ser un país amigo, cercano y con potencial, continuaremos trabajando en la agenda bilateral y en las posibilidades de inversión, como las que ofrece el programa de América Crece, que asigna US$5.000 millones para inversiones en infraestructura, energía renovable y procesos productivos que ayuden a la sustitución de cultivos ilícitos o beneficien áreas afectadas por el posconflicto.

Con Trump se prevé que veremos más de lo mismo, con énfasis en los asuntos comerciales y en la cuestión venezolana, y posiblemente con Biden habría especial seguimiento a temas de derechos humanos, la seguridad de líderes sociales y asuntos ambientales, entre otros.

En conclusión, después de casi 200 años de relación binacional, las variables poco han cambiado. Nuestro socio norteamericano representa 29% de las exportaciones, 18% de la IED, más de 700.000 turistas anuales y unos 100.000 empleos directos. Eso ya justifica que observemos con mucha atención la contienda electoral.

Al final es más sencillo: un buen relacionamiento bipartidista, seriedad con los compromisos y los pendientes, avanzar en la agenda bilateral, nutrirla de nuevos asuntos y más acciones, aprovechar las oportunidades del nearshoring, ampliar los mercados, buscar cooperación, transferencia de tecnología e inversión productiva, todo acompañado de una agenda que nos permita una cercanía constructiva con ambos partidos.

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