La curva del covid comenzó su descenso en el mundo y, aunque algunos lugares se inmunizarán antes que otros, lo evidente es que el proceso de recuperación está comenzando, así que podremos hacer el inventario de la tragedia, acelerar la reactivación, dinamizar los negocios y normalizar las actividades, sin descuidar que puede surgir otro pico que, sea como sea, no debería suponer más restricciones que el autocuidado. La economía no aguanta más confinamientos.
Las economías cayeron, industrias completas como el turismo se vinieron a pique, se perdieron empleos y quedó una experiencia que tenemos que revertir a favor del progreso sostenible. ¿Qué necesitamos para ello? Básicamente inversion: inversión social, inversión para el empleo, en infraestructura, salud, vivienda, educación y, sobre todo, inversión productiva que alimente el círculo virtuoso de la economía.
Así lo establece el plan de políticas estratégicas aprobado por el Conpes, que será ejecutado en alianza con el sector privado para crear dos millones de empleos y garantizar la vacunación de 35 millones de colombianos, que también tendrá como prioridad la financiación del desarrollo digital y agropecuario e incluye la entrega de transferencias monetarias a los hogares más pobres y vulnerables a través de los programas institucionales.
Eso está muy bien, pero los inversionistas continúan indecisos por la incertidumbre de una futura reforma tributaria, a la inestabilidad regulatoria y a las debilidades de la rama judicial que han resultado en una gran carga de demandas de arbitraje internacional. Hoy hay 16 casos, como los de Glencore y Gas Natural, o como la de Uber, que se encuentra en fase prearbitral, y el llamado caso Granahorrar -con accionistas que tienen nacionalidad estadounidense-, que ha recurrido a las cortes de la ONU y el Banco Mundial tras acudir a los mecanismos jurídicos nacionales.
Con la reforma tributaria se requieren acciones que incentiven a las empresas y a las personas ser parte del sistema y estimular la formalización. Son todas señales que esperan las calificadoras de riesgo y los inversionistas instalados y futuros, que escuchan que el río suena y quieren saber qué piedras lleva, saber si mantienen su apuesta en el país o cómo la mantienen, o si buscan oportunidades en otros mercados sabiendo que hay apetito para la atracción de inversionistas y que el movimiento de nearshoring desde y hacia Estados Unidos está en un momento coyuntural determinante.
La mejor reforma tributaria sería una reactivación económica sostenida, con recuperación del consumo, priorizando la bioseguridad sin descuidar el autocuidado mientras avanza el proceso de inmunización de los colombianos y para ello se requiere de un aparato productivo con capacidad de ofrecer empleo, sin más impuestos, ni reformas o proyectos de ley populistas, con menos incertidumbre y más apoyos económicos a través de créditos blandos y periodos de gracia. Los subsidios son importantes, pero no pueden ser indefinidos.
Y hay que estar alertas al momento político. En año preelectoral es fácil encantar con propuestas inviables pero que seducen a la población. Los potenciales inversionistas tienen enfocados sus reflectores para detectar alertas y emitir conceptos. Las circunstancias requieren seriedad y extrema responsabilidad, no sea que el remedio resulte peor que la enfermedad.
Publicado en
También puede leer: ¿Discurso o realidad?