Potenciar y no destruir

Diversificar no significa destruir, significa ampliar la oferta, mejorar los productos y potenciar los mercados. No significa abandonar el petróleo o debilitar el café, las flores o el banano. Diversificar es trabajar con dedicación y entusiasmo para que más productos avancen, como ya sucede con los marcos de ventanas, las fajas, los limones o los aguacates, y que nuestro portafolio sea más atractivo, más competitivo, con mayor valor agregado.

Colombia no ha diversificado lo suficiente sus exportaciones, y por supuesto que tenemos que ampliar y mejorar la oferta, pero lo que no podemos hacer es debilitar nuestras fortalezas exportadoras, por el contrario, tenemos en ellas extraordinarias puntas de lanza que nos ayudarán a conocer y conquistar nuevos espacios.

Desde hace décadas somos reconocidos como los cafeteros del mundo por producir el café más suave y de mejor calidad, hemos hecho bien la tarea con políticas coherentes, con estrategias de largo aliento y un trabajo público-privado que es un ejemplo internacional con resultados extraordinarios, porque tenemos denominación de origen y la fortuna de ingresar sin arancel y sin barreras a Estados Unidos, el mayor mercado del mundo.

Lo mismo pasa con las flores colombianas que son reconocidas y apreciadas, que adornan las más importantes celebraciones alrededor del planeta por su color, intensidad y belleza gracias a que hubo una política conjunta para su desarrollo.

Nuestras conquistas en comercio exterior han sido producto del esfuerzo y la concertación y para lograr nuevos éxitos, ya sean piezas para naves espaciales o uchuvas, el camino que tenemos que recorrer comienza en la política nacional, en el empuje de las regiones, en las apuestas productivas, la financiación, la unión de voluntades, todo ello lejos del debilitamiento de lo alcanzado o menospreciando a los acuerdos que nos abrieron las puertas.

En medio del desgaste que ha supuesto el tire y afloje en cuanto a revisar o renegociar el TLC con EE.UU. se sigue cuestionando en algunos ámbitos ideológicos como una amenaza a la existencia de proveeduría competitiva sin que se tenga claridad del proceso de sustitución con ventaja real para una transición adecuada y segura, como sucede con el maíz, del que se producen 1,2 millones de toneladas para un consumo interno de 6,5 millones. Ese faltante habrá que importarlo de algún lado hasta que podamos multiplicar por seis la producción local. Las cuentas no cuadran.

En una democracia es indispensable definir los roles de los actores, el trabajo integral público-privado que atienda las necesidades de los sectores, para que la diversificación de la cadena productiva involucre a más familias productoras, con un sistema que genere réditos, crecimiento y desarrollo y mayor cualificación de talento humano por cuenta de la tecnificación.

El discurso y las estrategias debemos centrarlas en potenciar lo que ha funcionado sin desconocer la importancia del desarrollo de los bienes exportados. Una visión con perspectiva conllevará a fortalecer el TLC con EE.UU., impulsar todas las exportaciones potenciales, como el agro, un sector que ha dado importantes frutos y que aún tiene un gran potencial.

El acuerdo comercial no es un fin en sí mismo, es un círculo virtuoso que está llamado a ser la catapulta de un país emergente como Colombia y una potencia regional.

Columna publicada en La República aquí